sábado, 31 de octubre de 2009

LE DICEN LA NARCOSATANICA

Ayer me topé con ella en una pagina Web y el morbo me movió a mirarla y leerla detenidamente… Una por una miré sus fotografías, buscando los signos de la maldad en el rostro blanco casi transparente por tantos años de no tomar el sol, o en los ojos verdosos, como de gato, grandes y almendrados. Al parecer todos mis años de tener el hobbie de leer cuestiones acerca sobre lectura de rostro china, no me han dejado ningún resultado. Incluso opino algo muy descabellado, ahora luce mejor que quince años atrás, su rostro tiene otra expresión, quizás un dejo de tristeza en la mirada, pero sus labios y tez emanan paz.

Tiene un apodo que nomás de escucharlo eriza los vellitos; es impactante sin duda, norteña, de postura firme y retadora, con 1.86 de estatura que deja por mucho el 1.78 que siempre me hizo sentir grandota. De su cuello largo irónicamente cuelga un dije con forma de llave, la del corazón de su madre y de la ansiada libertad. Me pregunto si en realidad la libertad será tan anhelada, esa libertad de entrar al Palacio de hierro y salir con otro vestido, como la chica esquelética del comercial de TV…
El cuerpo no traspasa las rejas de Oriente, pero el alma, hace mucho que se fue a pasear a otros rincones, por ratos, cuando Sara la obliga, después la regresa para que la acompañe en sus noches solitarias llenas de gente, de amigos, familiares y enemigos involuntarios. Ahí ambas, Sara y su alma, se acomodan como pueden en el colchón asignado y vuelven a vestir de beige.

Tengo la impresión de que la conozco… dos horas después de encontrarla, casi podía escuchar su voz y la de sus Mujeres de Oriente. “Ni están todos los que son, ni son todos los que están” reza un viejo adagio ampliamente conocido en las crujías. Acá afuera solo se piensa en la cárcel cuando un amigo ha orinado en la vía pública y hay que ir a sacarlo de “la borracha”, como le llaman en mi pueblo a la celda de los infractores menores. Nunca me había sentado a pensar como se tejen miles de días en el encierro, uno tras otro, como quien va dando forma a una bufanda, sin volverse loco.

Sara ha tejido ya buena parte, muchos mas de cinco mil y contando… Una mañana despertó del shock inicial y comenzó a tramar un escape sin tener que contravenir las leyes que tanto empeño habían puesto en castigarla. ¿Pero, cuál? Me la imagino ahí sentada en su celda, mirando hacia los barrotes de su ventana, con el vestido beige y el cabello largo, robándose los rayos de la luna para guardarlos y usarlos en sus horas de desesperanza… su cultura siempre ha sobresalido entre todas las demás reclusas, es una de las contadas que saben leer y tienen nivel universitario, quitando a las de “cuello blanco” que son pocas, pero existen.

A lo mejor, un día escuchó a Picasso o supo lo que dijo: “El arte es una mentira que nos acerca a la verdad” y la verdad es que ella ansía ser libre, así que les dijo adiós a sus malos recuerdos, y renació entre los barrotes. No sé hasta ese momento cual cárcel le pesó mas, si la física o la intelectual, que cercena la mente y limita lo único que nadie mas puede quitarnos, las alas del pensamiento, que siempre pueden volar a la par de los aviones que pasan a medianoche.
A veces me he preguntado ¿Por qué yo… por que aquí? En el ambiente de mis propias cárceles personales. Nada es casualidad, quizás alguien había escrito el karma que yo tenia que cargar o el que ella ha atravesado. Lo cierto es que hizo lo que debía, hacer limonada con los limones amargos del encierro que le cayeron del cielo… y de la nota roja, de la cual ella y sus amigas fueron protagonistas al menos una vez, saltó al otro ambiente, poco conocido en las penitenciarías, el de las letras, el de la pintura, el del arte en diversas formas, demostrándole al mundo que sigue siendo arte independientemente de cual sea el estudio del artista. Ahí, Sara por instantes se convierte en el alcatraz de su obra, o en la carne que le da forma de mujer al esqueleto de cabellos negros de su cuadro La noche y el día… Ahí, Sara rescata voces entre las letras de Revueltas, de Paz, de Rulfo y se las presta a sus compañeras y a ella misma, apropiándoselas, haciéndolas suyas para callar las otras voces, las que no hablan de luz ni de esperanza, las de los gritos del penal, las que dan forma a los insultos que se escuchan por doquier en el momento de la fajina.

A Sara a veces la llaman por su nombre, a veces, le dicen La Narcosatánica.

© MMIX



CREDITOS DE LA PINTURA

AUTORA:  SARA MARIA ALDRETE VILLARREAL
TIULO:      TIEMPO DE RENACER
TECNICA: OLEO SOBRE TELA
AÑO:         2004


http://saraaldrete.galeon.com/

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